sábado, 22 de noviembre de 2008

(BR) INSTITUTO BUTANTAN (Sao Paulo) - Mis amigas las serpientes

Nunca pude entender eso de “ama a tu prójimo como a ti mismo” que durante varios años me instaron a hacer desde la cátedra de religión del colegio al que asistí. ¡Qué va!

Para mí el prójimo es una idea abstracta, un concepto vacío, algo así como un número, y lo de amarlo siempre me sonó a “ponte al servicio de la raíz cuadrada de 2”, “ríndete a los pies de la cuadratura del círculo”, “sé generoso con el sistema binario”, un absurdo, bah, porque nadie puede amar al Prójimo, si se entiende por tal a todos los individuos de la especie humana que pululan por el planeta.

Pero lo que nunca trataron de inculcarme las sapientísimas educadoras monjas que pretendían hacer de mí una buena cristiana fue el amor y el respeto a los animales, que también son mis prójimos…
De modo que ninguna de ellas tuvo éxito conmigo, pues así como no entiendo lo del prójimo anónimo, no respeto a nadie que no respete la Vida.

Espero, sinceramente, que a estas buenas señoras que hicieron todo lo posible para deformar mi mente y arruinaron parte de mi adolescencia con su mezquindad y estupidez, su Dios las haya perdonado y las tenga con Él (y espero que si tal dios existe las retenga ad cautelam, per sæcula sæculorum, ¡ad gloriam!, que por aquí nunca hicieron falta).
¡Fuera, monjas, pesadillas de mi memoria! RIP.


MIS HERMANOS, LOS ANIMALES

A mí lo del amor al prójimo se me hizo carne como amor a los animales no humanos, porque son indefensos ante el soberbio y depredador homo sapiens y su sufrimiento me conmueve hasta los tuétanos, aunque no conozca a cada individuo particular (sostengo esto a sabiendas de que parece una contradicción con lo dicho más arriba); y además, haciendo caso omiso de alguna pulga y mosquito que me han picado y de alguna que otra polilla que se manducó mi ropa, o peor, mis libros, los animales jamás me hicieron daño, ni siquiera las serpientes, que alguna he tenido enroscada alrededor de mi espalda y de mi cuello y me dejó una deliciosa sensación, inolvidable.

Y de las serpientes trata esta nota, pues a ellas fui a visitar al Instituto Butantan, durante mi corta estancia en Sao Paulo.

EL INSTITUTO BUTANTAN

Fue fundado en 1901 y dicen los brasileños que es uno de los centros de estudio de serpientes venenosas más importantes del mundo.

A mí no me consta, pero puedo creerlo pues el Instituto en sí está compuesto por varios pabellones, cada uno con una especialización diferente –Museos Biológico, de Microbiología, e Histórico–; todos en medio de un hermoso y gigantesco parque (en Sao Paulo todo es enorme...).
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Dicen también que alberga unas 60.000 serpientes vivas y que a veces se puede ver cómo les extraen el veneno, con el que luego elaboran suero antiofídico para todo el Brasil. Pero yo no tuve esa suerte y hube de conformarme con ver las “cobras” –así llaman en portugués a las serpientes en general– que muestran en el pabellón del Museo Biológico, abierto al público.

EL SERPENTARIO

En el Museo Biológico residen unas 50 ó 60 serpientes de diferentes especies, además de iguanas, tortugas de agua, arañas, sapos y peces tropicales; todos en un ambiente climatizado, en semipenunbra, y en hábitats artificiales que tratan de imitar los naturales de cada una de las especies.
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El lugar está muy cuidado y se nota que los animales están bien.

Claro que viven en cautiverio y que toda jaula es, por definición, pequeña... pero, en fin, esas “cobras” están allí cumpliendo una función: proveen veneno para que los médicos puedan elaborar el contraveneno de cada especie y así salvar muchas vidas humanas, que son tan valiosas (¿o acaso si a usted lo mordiera una víbora no le interesaría que le inyectaran el suero antiofídico?), y son bien tratadas.

En síntesis, me gustó mucho el serpentario y solo lamento no haber podido tocar a las moradoras, pero la restricción es más que comprensible.
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CAMPAÑA EDUCATIVA

Pero hubo algo que me gustó todavía más: en el Museo Biológico están haciendo una campaña educativa tendiente a que el público desarrolle simpatía hacia las pobres serpientes, criaturas de Dios pero católicamente anatematizadas.

Hay un sector que agrupa a los ejemplares que nacieron allí, en cautiverio, y delante de cada recinto hay cartelitos que “hacen hablar” a la “cobra” y contar cómo es su historia.
Aquí le muestro uno de ellos:
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(Somos dos hijitas nacidas en el Museo Biológico, pero de edades diferentes. Mi mamá ya tuvo cuatro nidadas, totalizando 26 hermanos. Algunos de nuestros hermanos ya están expuestos en el Museo y los más pequeñitos fueron a vivir en el Zoológico de Sorocaba. Esto sí es una "Gran Familia").

Además, últimamente han ideado hacer concursos para que los visitantes, niños y adultos, les elijan nombres a los “filhotes” (los pequeñines, los “nenitos” cobras).

Es lo mismo que hacen en los zoológicos de diferentes lugares del mundo con las crías de los animales considerados “simpáticos”, pero en el Instituto Butantan se proponen lograr que se extienda ese sentimiento hacia estos bichitos que, Biblia mediante, gozan de la peor leyenda negra y de muy mala prensa, y a mí esto me parece una idea excelente.

Así, luego del primer concurso, en el que participaron 1.137 visitantes, el bello ejemplar de la foto ganó su nombre, elegido por 56 de los votantes: JUJUZINHO.
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CEREMONIA DE BAUTISMO

Jujuzinho es una “jibóia” (boa constrictor constrictor) nacida en el Instituto Butantan el 19 de marzo de 2008, y fue bautizada el sábado 4 de octubre, día de San Francisco de Asís, protector de los animales, en una ceremonia en la que estuvieron presentes los padrinos –que recibieron un certificado– y en la cual, para animar la atracción, fue cortada una torta con la foto de Jujuzinho.
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Pero la campaña educativa del Instituto Butantan no empieza con lo aquí narrado, sino antes (antes en el tiempo y antes de entrar a los pabellones).

En medio del parque donde está el Instituto hay un serpentario al aire libre.

Es un gran recinto armado dentro de un foso, con tres o cuatro divisiones, que el público puede mirar “desde arriba”; ese recinto está cercado en parte con materiales de construcción y en parte con vidrios, pero no está techado.
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Allí, “cobras” de distintas especies viven un poco más cómodas que sus hermanas del museo –o al menos en un espacio bastante grande–, sobre la tierra, con árboles, plantas, pequeños cursos de agua, y con solo una desgracia cotidiana: las visitas de los humanos.

Así que las autoridades del Instituto se han visto en la necesidad de poner un ilustrativo panel, que a continuación le muestro completo y en detalle:
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En el panel está pegada la basura que las personas arrojan al serpentario (las manchas pequeñas son chicles).

Los cartelitos de las esquinas dicen:

¡Cada día encuentro una basura diferente aquí adentro!

Preciados visitantes: Favor de no tirar basura dentro del serpentario. "TODOS LOS ANIMALES MERECEN RESPETO, INCLUSIVE LAS COBRAS"

3 comentarios:

Rey David dijo...

Qué bellas mis hermanas las serpientes!!

Lástima que estos animales, considerados en otras culturas como sabios y divinos, hayan pasado a Occidente como encarnaciones diabólicas y pecaminosas.

Saludos!!

Anónimo dijo...

No sabía que tenías una familia tan numerosa. Cuando tengas que dar el domicilio, tenés que decir Instituto Butantan, San Pablo, Brasil.
Maestro Zen Sato

Anónimo dijo...

Hace dos años visite el Butantan y guardo un buen recuerdo, siempre habrá gente que siga el camino correcto y el I.Butantan asi me pareció.
En relación al mito perverso que algunos ignorantes bipedos han arrojado sobre las "cobras" y su demonización tambien hubo aqui alguna fiesta "religiosa" y ademas Cristiana que la divinizó.Es la fiesta de las serpiente celebrada en un pueblecito Italiano llamado Cocullo (Abruzzo) el primer jueves de Mayo en el dia de San Domenico.

Saludos