sábado, 17 de enero de 2009

La ley de los profanos

LA HUELGA DE LOS COCHEROS

“El 14 de abril de 1899 las calles de la ciudad de Buenos Aires amanecieron sin coches de alquiler. Los cocheros protestaban contra dos nuevas disposiciones municipales que consideraban humillantes y inconstitucionales. La primera establecía, como condición para poder circular, la obligación de adjuntar a la libreta de cocheros un retrato fotográfico y dejar una copia en la intendencia. La segunda creaba un nuevo registro de coches en el cual solo podrían rematricularse quienes hubieran presentado su retrato.”

Así comienza un artículo de Mercedes García Ferrari, publicado en La ley de los profanos – Delito, justicia y cultura en Buenos Aires (1870-1940) (FCE de Argentina, 2007).

Volviendo al acápite, confieso que desconocía el hecho y que me llamó la atención el motivo de la huelga.
Actualmente, si un grupo de trabajadores o un gremio se declara en huelga, lo primero que pensamos es que reclaman mejoras laborales, del tipo que sean.

En cambio, los cocheros de fin del siglo xix protestaban porque los obligaban a llevar un retrato.

¿Y por qué les molestaba tanto, pues?

Actualmente, tenemos diferentes documentos personales y casi todos incluyen nuestra fotografía. Pero en 1899 los documentos de identificación personal no existían en la Argentina.

Las formas de identificación utilizadas por la Policía eran muy complejas -e ineficaces-, por lo cual, básicamente, se basaban en el conocimiento personal.
Pero con la gran ola de inmigrantes la cantidad de habitantes de la ciudad había comenzado a crecer rápidamente, y la identificación basada en el conocimiento personal resultaba insuficiente.
Además, al aumentar la población aumentó también la delincuencia.

Ya desde 1880 la Policía había comenzado a utilizar la fotografía para identificar a los delincuentes, y los retratos de “Ladrones Conocidos” eran colocados en las cuadras de las comisarías para que los agentes pudieran reconocerlos y así tratar de vigilarlos y prevenir los delitos.

En 1887 se publicó la Galería de Ladrones de la Capital, un libro con los retratos de 200 Ladrones Conocidos, y en 1894 se publicó la Galería de Sospechosos, integrada exclusivamente por rufianes y alcahuetes.
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El coche de los estandartes, con carteles que dicen:
"Retraten a los ladrones públicos - Tenemos dignidad - No somos vagos - Retraten a los caloteadores".
(Caras y Caretas, Bs. As., 22 de abril de 1899).

Ahora bien, alrededor del 15% de los Ladrones Conocidos fichados por la Policía eran cocheros y carreros, y cuando salió la disposición que obligaba a los cocheros a dejar su retrato en la intendencia, estos temieron que la intención fuera “la formación de una ‘Galería de Cocheros’, que los estigmatizara equiparándolos con criminales, prostitutas y rufianes”.

“Los cocheros consideraban la medida ‘vejatoria y denigrante’ porque implicaba ‘señalarlos ahora con una marca peor que el fuego, equiparándolos a los residuos sociales’.”

Por eso protestaban.


En fin, me resultó interesante el trabajo de M. García Ferrari y su mirada profana y por eso se me ocurrió hacer este breve comentario, que no agota lo allí tratado. El artículo se titula “Una marca peor que el fuego – Los cocheros de Buenos Aires y la resistencia al retrato de identificación”.
La autora es fotógrafa e historiadora, especializada en técnicas de identificación, y su artículo –como los demás que componen el libro– es un acercamiento a cuestiones relacionadas con el delito y la justicia, desde la óptica de alguien no especializado en temas de Derecho.

El libro reúne seis trabajos más, de los cuales me gustaron especialmente dos más: uno de Ariel de la Fuente, titulado: “Borges, la ley y el crimen en la literatura argentina y el western estadounidense”, y uno de Pablo Piccato, “Guión para un engrupe: engaños y lunfardo en la ciudad de México”.

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