martes, 23 de diciembre de 2008

LA MANO DE DIOS – Todo un gesto del deporte

Deseo rescatar en esta nota un gesto deportivo como se conocen pocos, pues creo que casi ha caído en el olvido: me refiero a “la mano de Dios”.

Pero antes he de confesar mi absoluta ignorancia con respecto a los deportes.
Sé tan poco de ellos, que podría decirse que solo conozco los nombres.

Por ejemplo, sé que el tenis se juega con una raqueta y una pelotita; el ping-pong con una paleta y una pelotita; el golf con un palo y unas bolas; el billar con un taco y unas bolas; el jockey con un palo y una pelota; el polo, parecido, pero desde arriba de un caballo; el boxeo con los puños y con guantes especiales; el fútbol, el basket y el voley con una pelota; el rugby ídem, pero la pelota es oblonga; y así.

No conozco la reglas de ningún deporte y no estoy interesada en aprenderlas.
De algunos de los mencionados, tengo una idea de cuándo se marca un tanto; y lo máximo que puedo agregar es que en el boxeo están prohibidos los golpes bajos (creo que son los que se pegan de la cintura para abajo) y que en el fútbol no se puede hacer un gol impulsando la pelota con la mano.
Es todo lo que sé, lo juro, pero no necesito más para rememorar un gesto.

La “mano de Dios” es famosa en el mundo entero -o casi- pero no por la pintura de Miguel Ángel que adorna la Capilla Sixtina, sino porque un futbolista argentino, en un partido contra Inglaterra, en el Mundial de Fútbol de 1986, hizo un gol con la mano.

El hecho tomó estado público y hasta yo me enteré… Desconozco los pormenores que, por supuesto, no me interesan, pero muchos dicen que el árbitro pareció no ver la infracción y por eso dio el gol como válido.

El futbolista, por su parte, se amparó en la moral de Bart Simpson: “yo no fui, nadie me vio, no pueden probarlo”.
Una inverecundia, bah.

Sin embargo, hay en la historia del deporte un gesto que, a mi entender, podría llamarse con toda justicia LA MANO DE DIOS, y me parece que pocos lo conocen, si exceptuamos a los amantes del ciclismo; es el que quiero rescatar aquí.

Su protagonista fue Fausto Coppi (1919-1960), un ciclista italiano apodado Campionissimo y l'Airone; pentacampeón del Giro de Italia, en 1949 se proclamó campeón de la Ronda Italiana y del Tour de Francia. Durante su vida profesional ganó 122 carreras.

Un fenómeno del ciclismo –según los entendidos– pero hombre al fin, en 1949 estaba enemistado con otro ciclista italiano, Gino Bartali.

No está claro –o, al menos, no para mí– por qué se originó la animadversión que ambos se tenían.

Pero ni las cuestiones personales ni el comprensible deseo de ganar todos los premios deportivos fueron obstáculos para que Fausto Coppi diera una muestra de su bonhomía.

Durante una carrera en la que ambos competían, Gino Bartali se quedó sin agua, y cualquiera puede imaginar cuál hubiera sido la consecuencia.

Fausto Coppi, mientras se le adelantaba, le entregó su propia botella de agua: “Toma, Gino, bebe”, parece que le dijo.
Para Bartali ese gesto de Coppi fue la verdadera “mano de Dios”.

Solo quería recordarlo y, si acaso, darle un poquito de difusión a un comportamiento magnánimo, propio de un hombre de bien y de un verdadero deportista.

Esta es la foto (mire las expresiones de los rostros):
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