sábado, 6 de diciembre de 2008

MILONGA DE DON NICANOR PAREDES - Borges/Piazzolla/Rivero (con audio)

Tengo prometido en una nota anterior ocuparme de ciertos tangos y milongas que llegan al público en versiones deformadas, que les hacen perder su sentido.

Ya he tratado de esclarecer el sentido de algunas letras y hoy vuelvo a la carga, esta vez con la “Milonga de don Nicanor Paredes”, de Borges, que pertenece a su libro Para las seis cuerdas.

Esta milonga fue musicalizada por Ástor Piazzolla y estrenada por él y su Quinteto Nuevo Tango juntamente con el cantor Edmundo Rivero.

Es decir: Borges/Piazzolla/Rivero. Por supuesto, uno puede no gustar de alguno o algunos de ellos, y hasta de ninguno (aunque parece más improbable), pero difícilmente podrá negar que, en su género, cada uno era un maestro.

Y digo yo que hay que ser muy corajudo para pretender enmendarle la plana a un maestro, pero algunos se atreven...

La cuestión es que, últimamente, merced a los libros y portales de la web de tangos/milongas –que casi siempre reproducen mal las letras– y a ciertos cantantes muy creativos, pero que no saben leer y que además tienen mal oído para decodificar lo que oyen o escuchan, gracias a todos ellos, digo, la impecable milonga de Borges está quedando muy perjudicada.

Aquí le “pego” el archivo de audio –que vale la pena escuchar– y más abajo la letra, completa (nunca se canta completa; le sugiero que vaya leyéndola a la par del cantor), y luego señalaré cuáles son las burradas más habituales que están desparramando los ‘genios’.

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MILONGA DE DON NICANOR PAREDES

Venga un rasgueo y ahora,
con el permiso de ustedes,
le estoy cantando, señores,
a don Nicanor Paredes.

No lo vi rígido y muerto
ni siquiera lo vi enfermo;
lo veo con paso firme
pisar su feudo, Palermo.

El bigote un poco gris
pero en los ojos el brillo
y cerca del corazón
el bultito del cuchillo.

El cuchillo de esa muerte
de la que no le gustaba
hablar; alguna desgracia
de cuadreras o de taba.

Del atrio, más bien. Fue caudillo,
si no me marra la cuenta,
allá por tiempos bravos
del ochocientos noventa.

Lacia y dura la melena
y aquel empaque de toro;
la chalina sobre el hombro
y el rumboso anillo de oro.

Entre sus hombres había
muchos de valor sereno;
Juan Muraña y aquel Suárez
apellidado el Chileno.

Cuando entre esa gente mala
se armaba algún entrevero
él lo paraba de golpe,
de un grito o con el talero.

Varón de ánimo parejo
en la buena o en la mala;
“En casa del jabonero
el que no cae se refala.”

Sabía contar sucedidos,
al compás de la vihuela,
de las casas de Junín
y de las carpas de Adela.

Ahora está muerto y con él
cuánta memoria se apaga
de aquel Palermo perdido
del baldío y de la daga.

Ahora está muerto y me digo:
¿Qué hará usted, don Nicanor,
en un cielo sin caballos
ni envido, retruco y flor?
J. L. Borges
(Fuente: J. L. BORGES, Obras completas).
-
Las burradas habituales son las siguienes:

Cuando aparece la letra transcripta, en la segunda estrofa suele faltar un verso: ni siquiera lo vi enfermo, lo cual descompone esa estrofa, entre otros motivos porque enfermo está allí para rimar con Palermo.
No entiendo cómo no se dan cuenta (para mí que son opas).

Pero la perlita la colocan sobre los versos finales, tanto en las versiones escritas como en las cantadas.
La letra de Borges dice en un cielo sin caballos, / ni envido, retruco y flor? pero los genios han ‘recreado’ el último verso: “sin vino, retruco y flor” dicen...
Y para decir o escribir eso no solo hay que tener un genio atrevido, sino que hace falta, además, ser inculto y torpe, al extremo de no darse cuenta siquiera de que “envido, retruco y flor” son los lances del juego de Truco –tan popular, que algunos hasta sostienen que es el deporte nacional de la Argentina–.
¡Pss! No parecen argentinos... (o tal vez sí, justamente: se nota que son argentinos).

En fin, espero haber echado algo de luz sobre el tema (y que a alguno le sirva lo dicho).

Aclaraciones para los lectores
que no conocen a Buenos Aires y su gente:

La milonga de Borges describe a un prototipo de argentino de otra época: el guapo o caudillo, que entre otras cosas gustaba de los juegos en que se podía apostar dinero.

En la segunda estrofa dice: lo veo con paso firme / pisar su feudo, Palermo y esto hace alusión a que el hombre era burrero –aficionado a las carreras de caballos–, cosa que se deduce de que su feudo fuera la zona de Palermo, donde por la época a que se refiere la milonga existían varios hipódromos (ya lo he comentado) y también se corrían carreras cuadreras.

Pero el hombre de la milonga tenía otras aficiones: la taba –que se juega con un hueso del mismo nombre–, y también el truco –juego de cartas de cuyos lances ya hice mención más arriba–.

Luego, dos de las pasiones de don Nicanor Paredes –los caballos y el truco– dan el remate a la milonga, cuando el autor se pregunta: ¿qué hará usted don Nicanor, / en un cielo sin caballos, / ni envido, retruco y flor?

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