domingo, 31 de agosto de 2008

LA ESTUPIDEZ - Episodio 1

PENÍNSULA VALDÉS - COMIENZO DEL VIAJE

Mi derrotero fue así: viajé a Puerto Madryn (provincia del Chubut, Patagonia, Argentina) para luego visitar la Península Valdés y Punta Tombo, con el sano y lícito deseo de ver bien de cerca la fauna local -en particular la marina- y tomar contacto con ella; pero esto no fue posible gracias a los buenos oficios del Gobierno de la provincia del Chubut (en adelante, los chubutenses -ya que ellos lo votaron-) que, habiéndose adueñado de estas reservas naturales, la primera de las cuales ha sido declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, ha vallado con alambre las playas donde se encuentran los pingüinos, lobos y elefantes marinos, e impide que los visitantes -que vamos de cualquier lugar del mundo exclusivamente para disfrutar de ese paraíso- nos acerquemos a ellos.
-

Dónde están los animales que yo vi o traté de ver:

Lobos y elefantes marinos, en Punta Norte y Caleta Valdés (dentro de la península).

Ballenas, en Puerto Pirámide (dentro de la península).

Pingüinos de Magallanes, en Punta Tombo (fuera de la península, más hacia el sur, a unos 180 km de Puerto Madryn).

Por supuesto, los animales tienen libertad de movimientos (al menos por ahora, los simpáticos amigos chubutenses no han querido -o no han podido- quitarles esa libertad), así que es posible encontrar en un mismo sitio lobitos y elefantes marinos, pingüinos, gaviotas, etc.

Entiendo que ciertas especies se mueven solo en determinadas zonas, como las ballenas, por ejemplo, pero básicamente es como queda dicho arriba (si omití algún dato es porque no lo recuerdo - además, hay otras especies, como orcas, toninas overas, delfines, etc.).

Nosotros, una pareja, llegamos muy entusiasmados e ilusionados (en especial yo, que nunca había estado en el lugar) con poder ver bien de cerca a los animales, caminar entre los pingüinos y tomar unas fotos. Nada más. Jamás se nos cruzaría por la cabeza hacerles daño o molestar -que también es hacer daño- a los bichos (aclaro, por si acaso, que no como carne de ningún tipo).

Hicimos dos excursiones con una empresa cuyo nombre no diré, pero que tiene sus oficinas en Puerto Madryn. La primera fue a la Península Valdés y la segunda a la pingüinera de Punta Tombo.

El día que fuimos a la península tuvimos una relativa buena suerte: la guía, que se presentó con el nombre de Mary (pronunciado al estilo inglés, Mery) era una mujer muy correcta y además muy inteligente. Esto se notaba con solo verla, porque las personas inteligentes suelen tener aspecto de serlo –sus rasgos, su lenguaje gestual, sus movimientos, lo denotan–.

Mery nos fue mostrando la poca fauna terrestre que aparecía por el camino –algún guanaco, alguna mara o liebre patagónica, algún choique o ñandú petiso– y explicando las características del lugar, todo esto con mucho oficio, sin molestar ni ser cargosa, que no es poco elogio para un/a guía de turismo.

Pero cuando llegamos a la península pudimos apreciar una primera señal de la ubicua estupidez que da título a estas notas.

No hay comentarios: