Viene del episodio anterior.
FUI INSULTADA POR EL GUARDAFAUNA
Pongámoslo así: él, con su mentalidad obtusa, pretendió insultarme, pero utilizó unos términos que para mí eran un elogio:
"Cuando un animal se cruza en el camino –me dijo–, el otro animal se corre."
Siempre tuve claro que soy un animal, de modo que no me sentí insultada por las palabras, pero me molestó mucho su intención ofensiva; así que me planté en el lugar y me dije que iba a tener que sacarme a empujones o algo así.
Claro, es prácticamente imposible hacer razonar a un imbécil, y el pobre hombre seguía insistiendo con que me corriera, ya de muy mala manera y en tono muy alto.
La gente miraba azorada, y mi compañero se mantenía expectante, porque me conoce bien.
Él estaba esperando el momento para intervenir, en caso de que el fulano intentara ponerme una mano encima... pero sabiendo, como sabe, que era perfectamente posible que fuera yo quien iniciara la acción, porque, debo confesarlo, cuando alguien me saca de las casillas el entorno se me desdibuja: dejo de ver, o mejor, veo únicamente al agresor que tengo delante, y es entonces cuando me olvido de todo lo aprendido, me olvido de las buenas maneras, me olvido de mi gusto por las reglas de urbanidad y aflora el animal salvaje que en realidad soy.
En fin, en un alto de la discusión que sostuve con ese "zapato" con poder, mi compañero, con el buen tino que siempre muestra, se acercó, tendió una mano hacia mí y pronunció una palabra mágica: "Vamos..." -dijo.
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LA ESTUPIDEZ ES INFINITA.
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