domingo, 31 de agosto de 2008

LA ESTUPIDEZ - Episodio 4

SEGUNDA SEÑAL DE ESTUPIDEZ, AGRAVADA POR UNA SUERTE DE ENSAÑAMIENTO CON EL TURISTA


Abandonamos el estacionamiento para ir a ver a los lobos y elefantes marinos.

Aquí, antes de comenzar el recorrido a pie, reapareció la primera señal de estupidez antes comentada, y para que me lo crean le saqué esta foto:


Sin comentarios. Ya dije que no pensaba hacer problemas por un quítame de allí esas pajas. (Nótese, además, que detrás del cartel hay un alambrado).

Yo estaba muy entusiasmada: mi compañero en la vida, que estuvo en Punta Norte hace unos años, me había dicho que podríamos ver a estos bellos animales al alcance de la mano, a una distancia aproximada de 3 metros, con la única condición de no interponernos entre ellos y el mar. Esto era (es) así, porque cuando se asustan corren a meterse en el agua, y claro, si uno está en medio de su camino...

Pensábamos mirarlos de cerca y tomar una fotos. Pero nuestras intenciones se vieron abruptamente abortadas por una segunda señal de estupidez: los animales solo pueden ser observados desde un mirador, porque un alambrado impide bajar a la playa.

Las dos fotos siguientes muestran cómo vi yo a los lobos y elefantes marinos, desde unos 150 metros de distancia, calculo.


Es decir, traté de imaginármelos.



El zoom de la cámara hace que se vean mejor en las fotos que en la realidad. Los lobos marinos son los marrones; los grises son elefantes marinos.

Comencé a sentirme estafada. En cualquier zoológico pueden apreciarse los animales mucho mejor.

Luego la guía nos indicó que había una cría recién nacida de lobo marino y comenzó a dar "las coordenadas" para que los turistas pudiéramos descubrir adónde estaba. A casi todos nos costó mucho descubrir dónde estaba esa hembra que tenía al lado una cría. A la distancia desde la que mirábamos era casi imposible distinguir nada.
Entonces hice esto:
.
Da mucha bronca viajar a tanta distancia para ver a estos animales y tener que hacerlo de esta forma. (Aquí el alambrado se ve claramente).
Finalmente, pude ver esto:
De los dos cuerpos que se ven, el más grande corresponde a un lobo macho y el otro a una hembra. Pegada a la hembra y formando con ella una especie de media luna, se ve una mancha curva de color gris oscuro: esa es la cría.

¡ALBRICIAS! ¡Qué placer! Ya puedo morirme tranquila: HE VISTO EN SU HÁBITAT UNA CRÍA DE LOBO MARINO RECIÉN NACIDA.

¡Qué maravilla! ¿Será verdad tanta dicha, o estaré soñando?

O tal vez me estoy quedando ciega, o volviendo tonta; porque aquí, entre usted y yo –y esto se lo confieso porque está leyendo mi relato–, no vi ni veo nada. Digo que esa es la cría porque la guía me dijo que esa mancha era la cría.

Sé que todo esto es difícil de creer, puesto que muchas personas han estado en la península y volvieron contando que habían podido bajar a la playa y estar junto a los lobos, etc. Así que también tomé unas fotografías para ilustrar que cuando digo que no se puede bajar a la playa y que desde el mirador no se distingue casi nada, no estoy valiéndome de ninguna metáfora.

En la foto siguiente se ve de nuevo el alambrado, y se puede usar mi imagen como parámetro para estimar de qué tamaño se ven los animales.
Al lado de mi cabeza, en lontananza, junto al mar, hay un bultito de color oscuro. Ese era un lobo marino.

¡Qué vergüenza! ¡Qué estafa a la buena fe!

Los chubutenses se han enseñoreado de una zona que es Patrimonio de la Humanidad, la explotan como lugar turístico cobrando entrada e impiden que las personas que pagan para verla puedan disfrutar del lugar.

Y por favor no me venga nadie con argumentos ecologistas. Los animales no se extinguen por estar en contacto con los turistas.

Y tampoco ha habido accidentes como para pensar que es eso lo que pueden querer evitar.

Simplemente, los señores del lugar hacen gala de su maldad.

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