Viene del episodio anterior.
LA SITUACIÓN MÁS HERMOSA
Y TAMBIÉN LA MÁS DESAGRADABLE
Como decía, estábamos volviendo hacia la salida, caminando por el sendero rodeado de nidos, y me detuve a mirar a una pareja de pingüinos que estaba al borde del camino. Solamente los miré.
Yo los miraba y ellos me miraban. Estábamos a escasos 50 cm, la pareja de pingüinos detrás del alambrado, yo sobre el camino.
De pronto, el macho avanzó hacia mí y comenzó a tirar de los cordones de mis zapatillas. Tiraba suavemente, y yo me quedé paralizada de la emoción, sin siquiera atinar a sacar la cámara de fotos, que ya había guardado, para no asustarlos.
Comencé a llamar a mi compañero, que se había alejado un poco, para que viera la situación, y mientras tanto el animalito siguió degustándome.
Cuando se cansó de los cordones, continuó probando mi pantalón, para luego seguir con un cordón de mi campera.
Imagino que mis prendas de vestir no le agradaron mucho, porque no hizo nada que pudiera interpretarse como un intento de comer(me).
Yo estaba encantada y había vuelto a ponerme de buen humor, pero llegué al éxtasis cuando también la hembra se acercó y comenzó a degustarme.
A todo esto, se habían reunido unas cuantas personas que andaban por ahí y estaban mirando lo que pasaba; serían 7 u 8, además de mi compañero, que no quería acercarse demasiado para no alterar la situación.
Esta es una de las mejores cosas que me pasaron en la vida, si no fuera porque la vio un abnegado e incorruptible guardafauna, que evidentemente quería lucir su poder ante mí y ante la gente que estaba mirando.
El personaje, que era un hombre joven, se me apareció por la espalda y me dijo que debía alejarme de los pingüinos.
Yo argumenté que no les estaba haciendo nada y que eran ellos quienes se habían acercado a mí, pero este dedicado servidor de los pingüinos insistía en que debía dar un paso atrás.
Por supuesto, yo no quería hacerlo y me resistí machacando con mi argumento, pero al fin decidí dar un paso atrás. Hice esto porque notaba que me estaba subiendo la presión y no quería que el buen hombre me sacara de punto; pero la verdad es que di solo un pasito –de unos 40 cm, digamos-.
El hombre, desde luego, notó la corta distancia recorrida por mí, y siguió presionándome para que diera otro paso, pero más largo.
Yo ya estaba perdiendo la paciencia y retrocedí unos 30 cm más.
Fue entonces cuando intentó insultarme. Digo que intentó, pero en realidad...
Continúa en el episodio 10.
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