domingo, 31 de agosto de 2008

LA ESTUPIDEZ - Episodio 2

MIRADOR EN EL ISTMO AMEGHINO
APARICIÓN DE LA PRIMERA SEÑAL DE ESTUPIDEZ

A la Península Valdés se ingresa atravesando el Istmo Ameghino, que tiene apenas unos 5 km de ancho. Este es un dato interesante, porque tanto mirando hacia la derecha como hacia la izquierda se ve el mar, el océano Atlántico, y si Mery no nos hubiera señalado este detalle, tal vez no lo habríamos advertido.

En este punto la camioneta que nos transportaba se detuvo, porque allí hay un "Centro de interpretación de flora y fauna" –una suerte de pequeño museo de ciencias naturales– y un mirador, donde hay un largavista o catalejo.

Fue en la escalera de acceso al mirador, una escalera de cemento o algo parecido, donde apareció esa primera señal de estupidez.

La escalera es abierta –con esto quiero decir que no está cerrada con paredes–; pues bien, antes de pisar el primer peldaño ya podía verse un cartel: PROHIBIDO FUMAR.

Bien. El artículo 19 de la Constitución de la Nación Argentina es claro: "Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe", y todos sabemos que hay muchos lugares en los que está prohibido fumar.

Sabemos también, o podemos sospecharlo, que muchas veces los "considerandos" de las leyes son capciosos, pues protegen intereses ajenos a los que declaran; pero otras veces el interés por la protección de algo o de alguien es verdadero.

Sin embargo, cuando una ley prohíbe algo uno puede preguntarse –y sería bueno que lo hiciera– qué es lo que está tratando de proteger esa ley, es decir, cuál es el bien jurídico protegido.

¿Y cuál puede ser el bien jurídico protegido del acto de fumar al aire libre, en medio de un páramo donde el viento más suave sopla a 40/50 km por hora?

Respuesta: NINGUNO.


Ruego a las personas cándidas que no argumenten el temor a los incendios. Si ese fuera el miedo, podrían hacerse las recomendaciones del caso.

(Posible explicación del disparate: hay gente –perdón, pero de alguna manera debo llamarla– que tiene un pedacito de poder y quiere mostrarlo de cualquier modo).

Pero nosotros, los turistas, viajamos cientos o miles de kilómetros para llegar a la península, y no íbamos a hacer problemas por un quítame de allí esas pajas.

Sin embargo, esta fue una primera señal de estupidez. Reiniciamos el viaje hacia Punta Norte y encontramos otras.

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