Aquí intentaré esclarecer el tema, pero antes voy a revelar mi principal fuente de información, porque yo de ángeles poco y nada sé.
Casi todos los datos los he tomado de una obra maravillosa y muy divertida: Ángeles – Una especie en peligro de extinción, de Malcolm Godwin, Ediciones Robinbook, Barcelona, 1995. El autor se basa en los dos textos fundacionales, Las jerarquías celestes de Dionisio y la Summa Teológica de Tomás de Aquino, pero comenta además que “San Ambrosio difiere de San Jerónimo, que no está de acuerdo con santo Tomás de Aquino, quien dice que San Pablo debe de haber estado equivocado. Los teólogos son incluso peores que los santos. Pocos coinciden al hablar de la naturaleza de las jerarquías celestiales, y menos aún sobre cuáles podrían ser sus diversos deberes y misiones”.
Así que ya lo ve: no es asunto fácil.
Por mi parte, sugiero ser cuidadoso con los textos fundacionales, porque: 1°) no se sabe bien quién era Dionisio Areopagita –o Pseudo Dionisio– ni para qué bando jugaba; y 2°) referente a Tomás, destaco que el extraordinario escritor Fernando Vallejo, en su Manualito de imposturología física, ha tomado al aquinate como unidad de medida, es decir, así como para medir distancias se utiliza el metro, para medir imposturas Vallejo propone el aquino (A), “que corresponde a la cantidad de impostura contenida en los 33 volúmenes de la Suma teológica”. Pero esto es una digresión, así que sigamos.
La cuestión de las jerarquías celestiales –según las fuentes ortodoxas– es como sigue:
Las huestes angélicas están compuestas por “tres jerarquías de tres órdenes cada una” –dice Dionisio-–, que rodean al centro Divino.
Imagine una esfera sin límites cuyo punto central es una emanación de pensamiento puro, denominada Dios. Esta emanación va variando de intensidad a medida que se aleja del centro: al principio se convierte en luz pura, pero según se aleja de la fuente la luz también disminuye y comienza a condensarse la materia.
En la esfera pueden reconocerse tres sectores o grandes “anillos” (“anillos” si usted se imagina un corte transversal de la esfera, por el medio, como si fuera una naranja que se dispone a exprimir, digamos), y cada sector, a su vez, se divide en tres anillos. Tres por tres, nueve, si la Matemática no miente: un anillo para cada orden angélico.
En la primera región de la esfera –la que se encuentra más próxima al núcleo-Dios y corresponde a la Primera jerarquía–, militan tres órdenes celestiales: 1) Serafines, 2) Querubines y 3) Tronos; pero no están todos mezclados. Los más cercanos al núcleo, los que vibran en el primer anillo, son los Serafines (las vibraciones las producen el batir de sus alas y el sonido de sus voces); en el segundo anillo vibran los Querubines; y en el tercer anillo, el más exterior –donde empieza a aparecer la materia– residen los Tronos.
En la segunda región de la esfera –la que corresponde a la Segunda jerarquía– militan otros tres coros: 4) Dominaciones, 5) Virtudes y 6) Potestades; en ese orden y cada uno en su anillo.
Finalmente, en la tercera región de la esfera –la que está la más alejada del centro-Dios y corresponde a la Tercera jerarquía–, militan 7) Principados, 8) Arcángeles y 9) Ángeles, también en ese orden, cada quien en su sitio y, en principio, sin hacer miniturismo por otros anillos. (Digo en principio porque todo este asunto es de una gran confusión y muchas veces aparecen entidades de un coro aleteando en otro).
Luego, San Gabriel, que es un Arcángel, reside en el octavo coro.
Así que comentaré en forma ordenada –pero más que sucinta– cómo son o a qué se dedican estos coristas, hasta llegar al bendito Gabriel...
Sigamos, pues.
PRIMERA JERARQUÍA
Los Serafines están en el orden más elevado y cantan sin cesar, en hebreo, una monótona canción –“Santo, Santo, Santo”– cuyas vibraciones dizque dieron origen al Fuego del Amor. Cuando se muestran a los hombres aparecen con seis alas y cuatro cabezas.
Segundo coro
Los Querubines tienen cuatro alas y cuatro caras y se los representa como Portadores del Trono de Dios y como Sus aurigas. La vibración que emana de ellos es la del Conocimiento y la Sabiduría.
Tercer coro
Los Tronos –también llamados Ofanines o Galgalines– son como grandes ruedas con múltiples ojos, y parecen ser los Carruajes de Dios. (¡Vaya seres extraños! Imagínese usted toda la producción de la fábrica Michelin, píntele pupilas, y ahí tiene un coro de Tronos).
Pero mientras los miembros de los órdenes anteriores son insustanciales o inmateriales, los Tronos habitan una región que comienza a tomar forma material, razón por la cual quedan expuestos a la posibilidad de corrupción.
SEGUNDA JERARQUÍA
Las Dominaciones regulan las obligaciones de los Ángeles, al menos, según Dionisio; según otros, son cauces de misericordia. Algunos estiman que tienen las letras del Nombre de Dios suspendidas en su reino.
Quinto coro
Las Virtudes son entidades que conceden Bendiciones, en especial en forma de milagros. Son asociados con la lucha por el Bien e infunden coraje a quien lo necesita. Además, parece que fueron ellas las que escoltaron a Cristo en su ascensión.
Sexto coro
Las Potestades –también conocidas como Energías, Potencias y Autoridades– fueron las que resistieron la lucha de los Demonios por apoderarse del mundo, al menos según Dionisio. Son una suerte de guardia fronteriza, y ya San Pablo advirtió que pueden obrar tanto el Bien como el Mal. Algunas se identifican con el lado obscuro de los hombres (lo que Carl Jung llamaría el arquetipo de la Sombra) y, por supuesto, también son proclives a pecar. Pero su verdadera vocación es la de conciliar los opuestos, es decir que son guías espirituales, igual que la Templanza del tarot…
TERCERA JERARQUÍA
Los Principados tuvieron a su cargo las naciones y las grandes ciudades de la tierra, al menos en el principio; pero luego ampliaron sus dominios y se convirtieron en protectores de la religión.
Octavo coro
Los Arcángeles, que son los más famosos, son Mensajeros que llevan los Decretos Divinos –eso dice Dionisio–; hacen de intermediarios entre Dios y los hombres y dirigen la constante batalla contra los Hijos del Mal. Los cuatro más conocidos son Miguel, Gabriel, Rafael y Uriel.
Miguel, “el que es como Dios”, es lo más ¿vio?, es el héroe indiscutible, pues derrotó a Satán y lo expulsó del cielo. Según algunos tiene alas de pavo real y otros dicen que de color verde esmeralda. Hizo casi todo el trabajo sucio y es emblemática su lucha con el Dragón. Además, es el único incorruptible, lo que tal vez se deba a que tenía a su cargo al pueblo elegido por Dios;
Gabriel, es al que quiero llegar…;
Rafael, “el resplandor que cura”, es el médico, el cirujano. Malcom Godwin cuenta que “Si bien oficialmente es una Virtud, se dice que tiene las seis alas de un Serafín, pero al mismo tiempo pertenece a los Querubines, las Dominaciones y las Potestades” (!); y
Uriel, el “Fuego de Dios”, es a un tiempo Serafín y Querubín y se lo identifica con el que está a las Puertas del Edén con una espada flameante. Además, parece que también es el Ángel del Arrepentimiento, y que es casi tan despiadado como cualquier demonio.
Y ahora volvamos a Gabriel, el “gobernador”, y mandatario de los Querubines. Este es el único Angel –además de Miguel– mencionado por su nombre en el Antiguo Testamento. En la tradición judeocristiana es el Ángel de la Anunciación, de la Resurrección, de la Misericordia, de la Revelación y de la Muerte. Como Ángel de la Anunciación hizo primero algunos ensayos y luego se descolgó con una actuación cumbre: la Anunciación a María.
Ahora bien, algunos entendidos dicen que se trataría de la única entidad angélica femenina y que una prueba de ello sería que se sienta a la izquierda de Dios; en igual sentido, la tradición popular afirma que Gabriel “saca del paraíso al alma invariablemente rechazada y la adoctrina durante los nueve meses que permanece en el seno materno”; pero la prueba categórica se desprende precisamente del momento en que hizo su anuncio a la Virgen.
Según comenta Malcom Godwin, “San Jerónimo nos dice que cuando el Arcángel se apareció a la Virgen, ella lo confundió con un hombre. María estaba presa de terror y consternación y no podía replicar, puesto que nunca antes había sido saludada por un hombre”.
Esto coincide, parcialmente, con Lucas (1:26-38), pero no con Mateo (1:20-23).
Y continúa Godwin: “Cuando se dio cuenta de que se trataba de un Ángel (o una mujer), pudo hablar sin reserva, pues ya no había nada que temer o, podemos añadir nosotros, que desear”.
En fin, cada quien interpreta los pasajes según su leal saber y entender, pero por lo visto alguien recogió el guante de San Jerónimo, porque la especie se ha difundido lo suficiente como para que llegaran a conocerla hasta los artistas del medioevo y del Renacimiento.
Y para no dejar que la orquesta celestial disuene por deserción de voces, falta agregar a los Ángeles.
Noveno coro
Los Ángeles, “los mensajeros”, son muchísimos, y hacen de intermediarios entre Dios y los hombres. De todos los órdenes angélicos ellos son los más vulnerables a la corrupción, pues por pertenecer al sector más bajo de la jerarquía y estar más próximos al mundo terrenal, están también muy cercanos a los hombres, y es sabido que tienen “una inclinación por los muslos” y caen por tierra ante las mujeres bonitas –véase Génesis (6: 2), donde dice “Viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomáronse mujeres, escogiendo entre todas”, y Gén. (6: 4), donde dice “entraron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos”–; pero si a pesar de lo expresado le resulta indigesto aceptar que los Ángeles no sean tan angelicales como aparecen en las estampitas, le recuerdo también que parece haber habido una gran rebelión de estos seres de luz que, junto con su capitoste Lucifer –el Portador de la Luz–, se rompieron la crisma contra el mundo por pecaminosos.
Así que, lo dicho: los ángeles son criaturas de moralidad dudosa.
No obstante, ellos ofician de vuelaveidiles, así que cabe suponer que Dios está enviando recados todo el tiempo –a juzgar por lo que se ve, deben de ser órdenes y contraórdenes– y por eso necesita un gigantesco ejército de ayudantes. Digo esto por lo nutrido de las filas de Ángeles, pues ya hacia la Edad Media los cabalistas habían calculado que su número ascendía a 301.655.722.
No hay comentarios:
Publicar un comentario