LEY 14346 - Datos actualizados al 12 de septiembre de 2008.
Esta ley rige en la Argentina desde 1954 y reprime con prisión al que incurra en malos tratos y actos de crueldad contra los animales.
Sin embargo no hay mucha experiencia de su puesta en práctica (tal vez porque muchas personas ignoran que existe y está vigente).
Si conoce cualquier hecho que pueda quedar comprendido en la ley, NO DUDE en formular la denuncia ante en Ministerio Público Fiscal de la ciudad de Buenos Aires -Combate de los Pozos 155, PB, teléfono 0800-333-47225, o al e.mail denuncias@jusbaires.gov.ar , o bien en la Comisaría con jurisdicción en el lugar en que se hayan cometido o se estén cometiendo estos delitos.
Se recuerda que por Ley N° 26.395 (publicada en el Boletín Oficial de la República Argentina el 28 de agosto de 2008) la denuncia presentada ante la policía podrá hacerse por escrito o verbalmente. En este último caso, el funcionario policial extenderá un acta, donde comproborá y hará constar la identidad del denunciante, quien a los fines de probarla podrá presentar cualquier documento válido.
En caso de que la denuncia sea escrita, el funcionario que la reciba, luego de la comprobación de la identidad, deberá colocar en el escrito un sello que acredite la hora y el día de la recepción, el nombre de la dependencia policial y el número de registro de la denuncia, pudiendo otorgar una constancia de la presentación o firmando la copia a pedido del denunciante.
"En ningún caso se podrá rechazar la presentación de la denuncia, sin perjuicio del trámite judicial que ulteriormente corresponda" (art. 1° de la ley mencionada).
Se aclara que esto rige para cualquier tipo de denuncia policial en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Datos actualizados al 12 de septiembre de 2008.
ESTÁ EN USTED QUE LA DENUNCIA LLEGUE A LOS TRIBUNALES.
TEXTO COMPLETO DE LA LEY 14346
Artículo 1°- Será reprimido con prisión de quince días a un año, el que infligiere malos tratos o hiciere víctima de actos de crueldad a los animales.
Artículo 2 °- Serán considerados actos de mal trato:
1. No alimentar en cantidad y calidad suficiente a los animales domésticos o cautivos;
2. Azuzarlos para el trabajo mediante instrumentos que, no siendo de simple estímulo, les provoquen innecesarios castigos o sensaciones dolorosas;
3. Hacerlos trabajar en jornadas excesivas sin proporcionarles descanso adecuado, según las estaciones climáticas;
4. Emplearlos en el trabajo cuando no se hallen en estado físico adecuado;
5. Estimularlos con drogas sin perseguir fines terapéuticos;
6. Emplear animales en el tiro de vehículos que excedan notoriamente sus fuerzas.
Artículo 3° - Serán considerados actos de crueldad:
1. Practicar la vivisección con fines que no sean científicamente demostrables en lugares o por personas que no estén debidamente autorizados para ello;
2. Mutilar cualquier parte del cuerpo de un animal, salvo que el acto tenga fines de mejoramiento, marcación o higiene de la respectiva especie animal o se realice por motivos de piedad.
3. Intervenir quirúrgicamente animales sin anestesia y sin poseer el título de médico o veterinario, con perfeccionamiento técnico operatorio, salvo el caso de urgencia debidamente comprobada;
4. Experimentar con animales de gradó superior en la escala zoológica al indispensable según la naturaleza de la experiencia;
5. Abandonar a sus propios medios a los animales utilizados en experimentaciones;
6. Causar la muerte de animales grávidos cuando tal estado es patente en el animal y salvo el caso de las industrias legalmente establecidas que se fundan sobre la explotación del nonato;
7. Lastimar y arrollar animales intencionalmente, causándoles torturas o sufrimientos innecesarios o matarlos por el solo espíritu de perversidad.
8. Realizar actos públicos o privados de riñas de animales, corridas de toros, novilladas y parodias en que se mate, hiera u hostilice a los animales.
Artículo 4.- Comuníquese, etc.
(Publicada en el Boletín Oficial de la República Argentina el 5 de noviembre de 1954).
NO DUDE EN DENUNCIAR ESTOS DELITOS - SOLO NOSOTROS PODEMOS LOGRAR JUSTICIA PARA LOS ANIMALES, QUE NO TIENEN VOZ.
miércoles, 30 de abril de 2008
martes, 29 de abril de 2008
Recetas de cocina de Leonardo da Vinci (II)
DECÍAMOS AYER...
que Leonardo tuvo que huir de la taberna “Los Tres Caracoles” para salvarse de la furia de los parroquianos, gente ignorante que no podía aceptar sus gustos refinados.
Pero no vayan a creer que se dio por vencido: nada de eso. En 1478 esa taberna resultó destruida por un incendio –consecuencia de una riña entre bandas rivales de Florencia– y Leonardo aprovechó la ocasión: en el mismo sitio y asociado con su amigo Botticcelli, abrió un nuevo restaurante, “La Enseña de las Tres Ranas de Sandro y Leonardo”, donde continuó dando rienda suelta a su creatividad.
Pero sus nuevos clientes, que eran los elegantes de Florencia, tampoco se sintieron complacidos por los platos que les preparaba Leonardo y finalmente tuvo que admitir su fracaso.
Durante los tres años siguientes no consiguió trabajo en ninguna taberna –temían los efectos desastrosos de sus extrañas recetas–, así que se dedicó a dibujar, tocar el laúd e inventar nudos, sentado en las calles de Florencia.
Sin embargo, se entusiasmó con el diseño de unos arietes y unas escaleras de asalto, para colaborar en la guerra que por entonces sostenía Lorenzo de Médici –el gobernador de Florencia– con el papa.
Siempre original, le envió al gobernador los modelos de sus inventos hechos en mazapán; pero Lorenzo no entendió bien la idea, y, creyendo tal vez que se trataba de pasteles, convidó con ellos a sus invitados.
Eso fue demasiado para el genial maestro, así que decidió abandonar Florencia.
Pero no vayan a creer que se dio por vencido: nada de eso. En 1478 esa taberna resultó destruida por un incendio –consecuencia de una riña entre bandas rivales de Florencia– y Leonardo aprovechó la ocasión: en el mismo sitio y asociado con su amigo Botticcelli, abrió un nuevo restaurante, “La Enseña de las Tres Ranas de Sandro y Leonardo”, donde continuó dando rienda suelta a su creatividad.
Pero sus nuevos clientes, que eran los elegantes de Florencia, tampoco se sintieron complacidos por los platos que les preparaba Leonardo y finalmente tuvo que admitir su fracaso.
Durante los tres años siguientes no consiguió trabajo en ninguna taberna –temían los efectos desastrosos de sus extrañas recetas–, así que se dedicó a dibujar, tocar el laúd e inventar nudos, sentado en las calles de Florencia.
Sin embargo, se entusiasmó con el diseño de unos arietes y unas escaleras de asalto, para colaborar en la guerra que por entonces sostenía Lorenzo de Médici –el gobernador de Florencia– con el papa.
Siempre original, le envió al gobernador los modelos de sus inventos hechos en mazapán; pero Lorenzo no entendió bien la idea, y, creyendo tal vez que se trataba de pasteles, convidó con ellos a sus invitados.
Eso fue demasiado para el genial maestro, así que decidió abandonar Florencia.
Enterado Lorenzo, le dio una carta de presentación para Ludovico Sforza, el Moro, gobernador de Milán, pero en ella solo lo recomendaba como eximio tañedor de laúd. De manera que Leonardo escribió él mismo su currículum vitae, como sigue:
“No tengo par en la fabricación de puentes, fortificaciones, catapultas y otros muchos dispositivos secretos que no me atrevo a confiar en este papel. Mis pinturas y esculturas pueden compararse ventajosamente a las de cualquier artista. Soy maestro en contar acertijos y atar nudos. Y hago pasteles que no tienen igual.”
Ludovico se interesó por el extraño personaje y lo mandó llamar. Finalizada la audiencia, lo nombró consejero de fortificaciones y maestro de festejos y banquetes de la corte de los Sforza.
Leonardo debió de sentirse feliz; pero al principio, Ludovico solo utilizaba las dotes histriónicas de su protegido y se desinteresaba por sus inventos, así que éste comenzó a construir maquetas de sus proyectos, pero en esa ocasión hechas con azúcar y gelatina.
Corrieron la misma suerte que las de mazapán: Ludovico, hombre sensual que gustaba de los placeres de la mesa, se las comía.
Hasta que por fin se le presentó una oportunidad de lucirse como maestro de banquetes: con motivo de la boda de una sobrina de los Sforza, Leonardo le propuso a Ludovico el menú que debería servirse, en una fuente, a cada comensal. Era así:
Una anchoa enrollada descansando sobre una rebanada de nabo tallada a semejanza de una rana
Otra anchoa enroscada alrededor de un brote de col
Una zanahoria, bellamente tallada
El corazón de una alcachofa
Dos mitades de pepinillo sobre una hoja de lechuga
La pechuga de una curruca
El huevo de un avefría
Los testículos de un cordero con crema fría
La pata de una rana sobre una hoja de diente de león
La pezuña de una oveja hervida, deshuesada
Ludovico, que no debía de salir de su asombro, le explicó a Leonardo que esa no era la clase de banquete que ofrecían los Sforza y que sus invitados no iban a estar dispuestos a probarlo. Finalmente, le encargó lo siguiente:
600 salchichas de sesos de cerdo de Bolonia
300 zamponi (pata de cerdo rellenas) de Módena
1.200 pasteles redondos de Ferrara
200 terneras, capones y gansos
60 pavos reales, cisnes y garzas reales
Mazapán de Siena
Queso de Gorgonzalo que ha de llevar el sello de la Cofradía de Maestros Queseros
La carne picada de Monza
2.000 ostras de Venecia
Macarrones de Génova
Esturión en bastante cantidad
Trufas
Puré de nabos
En adelante, así serían los menús para los banquetes que Leonardo debió organizar... Pero ningún genio puede con su genio, y para la boda del mismísimo Ludovico con Beatrice d’Este, tuvo una idea desopilante.
Pero esa se las contaré otro día.
sábado, 26 de abril de 2008
Recetas de cocina de Leonardo da Vinci (I)
–Sayonara, caballeros... ¿Cómo les va? ¿Vinieron a visitarme, a conocerme...? (sin flash, por favor, que me encandilan).
Buen día, señora... señor...
Hoy es mi día de recibo, así que tómense su tiempo y mírenme a los ojos.
Ahora desplácense un poquito hacia un lado y otro, pero sin dejar de mirarme a los ojos.
Buongiorno, compatriotas (no gesticulen tanto, por favor, que me marean).
¿Les asombra que los siga con la mirada?
Así soy... enigmática.
Bonjour, madame; bonjour monsieur...Sé que hay envidiosos que dicen que estoy pasada de moda, ¡pero qué va! Los clásicos siempre somos actuales.
Hi, milady. Hi, milord ... Bienvenidos. ¿Desean beber té? ¿Sí...? Pues vayan a la confitería porque yo no puedo atenderlos, los amigos franceses me cuidan tan bien que me tienen prisionera.
Buenos días a ustedes también, perdonen que no los salude en su lengua pero no soy una cotorra políglota como el papa Wojtila, al contrario, apenas si supe hablar la lengua del Dante y la i responsable me pone a decir pavadas en castellano, lengua que jamás conocí bien. Así que sepan disculpar...
Me fastidia que me tengan aquí encerrada. "Libertad, igualdad, fraternidad"... Eso era en otros tiempos; ya no los recuerdo. C'est joli la liberté, n'est-ce pas, monsieur? Yo solo puedo imaginarla... no me permiten ni mudarme a otro salón. Antes, por lo menos, era fumadora pasiva, pero ahora ni eso, lo único que puedo hacer es oír lo que dicen ustedes (a veces preferiría ser sorda).
Cierto que hace como cien años un alma bendita, uno de mis compatriotas, me llevó a dar una vueltita por Italia... Según él, había personas dispuestas a pagar fortunas por tenerme como invitada de honor. Yo estaba encantada, por supuesto, y el paseo fue muy emocionante, duró cerca de dos años; pero nadie comprendió a ese buen hombre y cuando me encontraron me encerraron de nuevo. En fin, eso me pasó por ser tan famosa.
Pero no voy a hablar de mi retrato, que no existiría si Leonardo hubiera inventado una cámara fotográfica. ¡Vaya disparate! El genio más creativo que existió jamás y me tuvo horas posando porque no se le antojó inventar la cámara obscura. Bueno claro él tenía otros intereses, otros gustos... digamos... raros –al menos para la época en que nos tocó vivir–.
Porque seguro que ustedes saben que él era pintor, escultor, inventor, y que era zurdo y que escribía al revés, como en espejo, de derecha a izquierda, y si no lo saben deberían saberlo, porque he oído comentar que en unas máquinas que llaman pecés había un ‘protector de pantalla’ (eso oí) por donde pasaban flotando los dibujitos de los inventos del maestro (ja ja, siempre pensaron que eran máquinas de guerra... ya les voy a contar), y además hace poco apareció un libro donde describen "La última cena", yo lo sé porque todo el mundo se la pasaba hablando de una mano supernumeraria que allí aparece según entendí; y ni hablar de mí, que me pusieron hasta en un dulce de batata... Pero lo que pocos saben es que Leonardo era un glotón, un goloso y que su verdadera pasión era la cocina, el arte culinaria.
¡Sí, sí! Le gustaba cocinar, al maestro, y también en eso era original y creativo. Sus platos eran lo que mis celadores llamaron la nouvelle cuisine, es decir, porciones diminutas de manjares exquisitos, que él presentaba sobre pedacitos de polenta tallados, en bandejas individuales primorosamente decoradas. Por supuesto, ese no era el tipo de comida a que estaba acostumbrada la gente de aquella época, y le trajo no pocos problemas.
Para que tengan una idea, la comida habitual en una taberna era polenta con huesos de vaca y trozos de carne, en gran cantidad pero servidos de cualquier manera, y eso a Leonardo le producía aversión. Él quería “civilizar” los gustos de esa gente, y puesto que durante sus primeros años de aprendizaje en el taller de Verrocchio –que supuestamente iba a enseñarle pintura, escultura y esas cosas– tenía que mantenerse por sus propios medios y trabajaba en la cocina de una taberna –que se llamaba Los Tres Caracoles–, fue allí donde comenzó a experimentar.
Ahora imagínense a los clientes de la taberna: gente refinada no era... ¿Y saben qué platos les ofrecía Leonardo?... Las primeras recetas eran así:
Unas hojas de albahaca, todas de igual tamaño, pegadas con saliva de ternera sobre rodajas de pan negro.
Claro, los comensales se quejaban; eran trabajadores, hombres fornidos, y eso no les alcanzaba ni para engañar a una muela. Entonces el maestro les agregaba
unas rodajas finitas de salchicha de Bolonia...
Y de nuevo los muy brutos quejándose de que eso no era una comida decente; así que el pobre no tenía más remedio que agregarles más rodajas de salchicha, adornadas con albahaca, sobre más trozos de pan.
Pero no había forma de convertir a esa turbamulta en personas elegantes.
Al fin los parroquianos se le metieron en la cocina y fue tal el alboroto que armaron que Leonardo tuvo que huir a refugiarse en el taller de Verrocchio: ¡lo querían linchar!
Anécdotas disparatadas como esta tuvo montones, pero no quiero ser latosa. Otro día les contaré más. Además, veo que está llegando otra visita guiada y debo a atender a los curiosos digo turistas.
Sayonara, caballeros... ¿Cómo les va? :)
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